martes, 20 de marzo de 2012

¿Podría un Picasso "pintar" nuestra guerra?

Ignacio Gainzarain  @igaztelu

El “Guernica” fue un grito contra la “monstruosidad” de los militares nazis y franquistas, fue una obra de la “sensible genialidad” del inmortal artista. A Picasso le pidieron que denunciara, con su arte, ese matanza perversa de vascos, que inauguró lo que vendría a ser una práctica militar muy generalizada, hasta la aparición de los “bombardeos quirúrgicos” de finales del siglo pasado. A los dos meses de aquel suceso histórico, estaba listo ese gran “cuadro-denuncia”, siendo exhibido en la Exposición de los Republicanos en Paris (1937).

Ahora bien, ¿se imaginan a Picasso pintando la violencia, por ejemplo, de la “Caracas” de hoy?


Porque si se trata de violencia, Caracas tiene en este momento el triste lugar de ser el territorio de la verdadera “guerra social asimétrica” del siglo 21 latinoamericano. Caracas en sus semanas más “duras”, llega a superar los 150 muertos por el efecto de las armas de fuego. En otras palabras, cada dos o tres semanas, Caracas se viste de “Guernica”.

Picasso reflejó el drama de un pueblo sorprendido en su inocencia, corriendo en medio de una “macabra” fiesta de bombas, fuego y balas. Plasmó la impotencia y la desesperación colectiva de aquellas 3 horas de maldad concentrada. Pero él describió la escena típica de una guerra formal, con sus excesos, pero al fin y al cabo, guerra formal.

Pero pintar un “Caracas” al estilo Picasso encierra retos más complejos. Por ejemplo:

¿Cómo se pinta una “guerra social asimétrica” en tiempos de “paz”?,

¿Cómo se dibuja una guerra que semanalmente destruye cantidad familias, sin destruir sus casas, sus calles, su ciudad?

¿Cómo se plasma en colores y formas las caras de los policías secuestradores, esos  que montan tantas alcabalas de la extorsión y la muerte?

¿Cómo se dimensionan y sombrean las caras desencajadas de madres que lloran a un bebé jalado súbitamente de esta vida, por esa cosa fría y anónima que llaman bala perdida?

¿Cómo se refleja el dolor simultáneo de tantas familias, que de pronto se encuentran en esa plaza negra llamada "morgue", todas unidas por lo más trágico de la vida: una muerte que perfectamente podía haberse evitado?

¿Cómo se mete en ese cuadro a los mercenarios de esa especie de oro vegetal llamado droga, que semanalmente descabeza a cantidad de hombres y mujeres?

En la guerra civil española nadie era “pasivo” en medio de una acción bélica. O corrías en la dirección correcta, o eras el blanco de una bala que se negaba a caer en la tierra sin primero haber cumplido su tarea. Y si no corrías era porque te involucrabas en la batalla.

Pero en la guerra social venezolana, las muertes semanales son “parte de la crónica de nuestras ciudades heridas”, y las más de seis millones de pistolas en manos de la gente, son la mejor prueba de que el “viejo oeste” resucitó en América Latina.

Hoy las “micro-batallas” diarias, con sus verdugos y víctimas, ocurren en medio del pánico de los vecinos, qué elegidos por el azar del conflicto, por cierto, siempre huérfano de autoridad alguna, solo se limitan a gritar nerviosos, métanse en la casa, tírense al piso y “shito” que aquí nadie ha visto nada.

Al terminar la “música fúnebre” de estas neo bandas marciales, los vecinos salen poco a poco, a ver, a contar, y por supuesto, a callar cuando llega la policía al lugar. Al día siguiente, se consiguen en la calle frente a frente con los “los amos del poder real”, ésos a los cuales no se desafía ni con “un mínimo sentimiento de arrechera”.

Entonces, ¿Cómo se puede representar ese drama de nuestra sociedad? ¿Cómo se pinta la muerte como paisaje natural de una ciudad, de un país, en el que todos se tapan los “ojos”, y más grave aún, en el que las policías y militares se esconden, unos por falta de equipos, y otros porque no les importa para nada la suerte de los civiles, o peor aún, porque algunos de ellos son sus reales victimarios?

Lo anterior es un reto, pero todavía hay algo más difícil para el artista: ¿cómo “incrustas” en esa pintura la caradura del Presidente?, un militar que ha aceptado pública y tranquilamente, que en estos gloriosos 12 años, la cifra de los asesinados y asesinadas pasó de los 150.000 personas; un militar que ha convertido su próxima despedida en una telenovela obligada, ésa que sí debe ser objeto de reverencia, protocolos y monumentos.

Una pintura sobre Caracas, bajo la inspiración de lo que fue el “Guernica”, sería un inmenso clamor a nuestra sociedad, para que se mire por dentro y busque intensamente dónde está el hilo perdido de la cordura, y sobre todo, para ver como se le da la vuelta a esta “enfermedad” que se ha adueñado de nuestra primera década de siglo 21.

Evidentemente que ni a Abreu ni a Dudamel se le puede pedir que complementen, con su música magistral, una obra de esta magnitud. No se les puede pedir que hagan las veces de una Gabriela Mistral con su poema “El Arbol de Guernica”, y no porque no se quisiera contar con ellos, sino porque ellos se sentirían  incómodos con el ComaAndante Presidente, y su revolución bonita.

Caracas y Venezuela, hoy más que nunca necesitan de muchos Picassos, que se inspiren en nuestras micro guerras semanales, y las conviertan en “lienzos vitales”, capaces de moverle el piso a la gente, capaces de inyectarnos antídotos contra la insolidaridad que se esconde, contradictoriamente, en nuestra fresca frivolidad.

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